Donde la ilusión y la experiencia toman la palabra

Puliendo textos

Enhorabuena si vas a publicar con nosotros. Has pasado el filtro inicial y el consejo editorial ha seleccionado tu manuscrito: por fin se recompensará tu dedicación y verás cumplido un sueño. Pero esto solo acaba de empezar; ahora llega lo más divertido.

Cuaderno de estilo COLEMAN

Recuerda que tu historia, esa que necesitabas contar, era como una bolsa de la compra vaciada sobre la encimera de la cocina. Para llegar hasta ahí, elaboraste la receta, seleccionaste los mejores ingredientes, trajiste del mercado todo a casa. Sabías que faltaba un último peldaño: cocinarlos. Dos horas o meses después, tenías un manuscrito caliente en tu cazuela.

Llegó el momento de ofrecerlo a tus catadores o lectores beta, y es posible que consiguieses una aprobación por mayoría absoluta, con matices o sin ellos. Lo siguiente fue aplicar todas las sugerencias de tus betas más cualificados, sin denostar a los dorapíldoras, benditos sean, y dejar el guiso a punto para servirlo en restaurantes. En nuestro caso, para presentar tu manuscrito a concursos o editoriales. Volvamos al presente, porque todo eso es pasado y hoy vas a publicar con COLEMAN.

Bienvenido al mundo editorial

Abre tu mente y aparca tu ego; en esta casa nos preocupamos por pulir tus textos y no queremos que lleguen al lector en fase experimental, sino depurados y con todas las certificaciones de calidad. El lector merece disfrutarlos en bandeja, como si fuesen fruta pelada, sin cubiertos, devorarlos con las manos. Si le obligas a comer aguacates o kiwis sin pelar, no vas a quedar bien.

Aunque hayamos seleccionado tu manuscrito como publicable, no va a llegar al escritorio de ninguno de nuestros correctores hasta que leas, releas y comprendas este texto para después repasar y autocorregir el tuyo teniendo en cuenta nuestras recomendaciones. No es plato de buen gusto, pero preferimos la tortilla de patatas sin chorizo, con cebolla y poco hecha. Y los aguacates sin piel. Tampoco publicamos ninguna novela que no incluya una letra «E» en el título y sabemos que estas pueden parecer gilipolleces, pero son las normas de la casa.

El proceso de autocorrección

Recorrerlo te llevará semanas o meses. Respira. Necesitas energía y nosotros te recargaremos las pilas cuando sea necesario. Te asignaremos un corrector que estará siempre a tu lado.

A continuación, exponemos unos consejos a los que denominamos «Cuaderno de estilo». Cuando repases tu obra o, mejor, cuando vuelvas a darle al bolígrafo o a la tecla para nuevas creaciones, procura tenerlos a mano.

1.— Simplemente:

Evita en lo posible, salvo en los diálogos, los adverbios de modo acabados en «mente». Suelen tener cinco sílabas o más, ralentizan el texto y, por lo general, aportan muy poco y es fácil eliminarlos. Pruébalo, no te cortes. Puedes sustituirlos por otras expresiones para mejorar el texto. Decía Gabriel García Márquez en Vivir para contarla:

«La práctica terminó por convencerme de que los adverbios de modo terminados en mente son un vicio empobrecedor. Así que empecé a castigarlos donde me salían al paso, y cada vez me convencía más de que aquella obsesión me obligaba a encontrar formas más ricas y expresivas. Hace mucho tiempo que en mis libros no hay ninguno, salvo en alguna cita textual».

Te damos algunos ejemplos de sustitución sencilla:

Actualmente: hoy en día; excesivamente: demasiado; indudablemente: sin duda; simplemente: este cárgatelo sin pudor; inicialmente: al principio; finalmente: para terminar; lógicamente, como es lógico; antiguamente: antes, claramente: con claridad (pero mejor elimínalo); evidentemente, es evidente que; frecuentemente: a menudo, con frecuencia; lentamente: poco a poco; naturalmente: claro que; recientemente: hace poco; rápidamente: deprisa; permanentemente: siempre; necesariamente: a la fuerza; literalmente: al pie de la letra, palabra por palabra; principalmente: sobre todo; únicamente, solamente, exclusivamente: solo, nada más; periódicamente: a menudo, de vez en cuando; completamente, definitivamente, totalmente: del todo, por entero; provisionalmente, momentáneamente, eventualmente: de momento; obviamente: este mejor ni lo uses; ya se encargan de repetirlo hasta el empacho tus cuñados.

2.— Magnífico tropezón:

En la lengua española la norma es que el adjetivo vaya detrás del sustantivo, salvo en los posesivos, demostrativos o numerales como «mi gato», «ese gato» o «tres gatos», u otros que cambian el significado de la oración, como «viejo amigo» vs. «amigo viejo», «pobre hombre» vs. «hombre pobre» y «buenos días» vs. «días buenos». Aparte de estos usos, los adjetivos antepuestos son un recurso muy poderoso que puedes usar cuando la narración necesite un aporte lírico o cuando el adjetivo sea más importante que el sustantivo. Salvo excepciones, cuando abusas de este recurso lo desvirtúas y el texto puede llegar a ser empalagoso.

Léase:

«La gran avenida estaba abarrotada de viejos vehículos con ruidosos motores que producían una hedionda atmósfera».

Contra:

«La avenida estaba abarrotada de vehículos viejos con motores ruidosos que producían una atmósfera hedionda».

¿A que la segunda versión toca mucho más el suelo? No intentes volar tan alto; frente a la primera, la segunda composición es una pasada en vuelo rasante.

Recuerda que habrás tenido la experiencia de leer novelas infumables saturadas de adjetivos antepuestos como resultado de una traducción deficiente, por lo general, desde el inglés. Seguro o casi seguro que la novela no era mala, sino mal traducida, pero la arrojaste por la ventana porque consideraste que el autor no escribía bien. La traducción es un arte; no cualquiera lo sabe hacer bien aun siendo bilingüe.

Os dejamos enlace a un artículo de la Escuela de Escritores que trata los puntos 1 y 2:

https://escueladeescritores.com/blog-adjetivos-antepuestos-y-adverbios-acabados-en-mente/

3.— Maquetador en crisis.

Nunca intentes maquetar tu trabajo en tu procesador de textos; los maquetadores que se encargan de ello agradecerán que ni lo intentes. Así que, mejor envía tus manuscritos en texto plano o sin formatear. A continuación, ponemos algunos ejemplos que hacen sudar a nuestros maquetadores:

a.— Sangrías.

Una sangría de primera línea no es ocho o diez espacios en blanco que el maquetador deberá eliminar miles de veces, sin exagerar, en cada manuscrito. Define en tu procesador de textos un estilo que automatice este proceso o mejor no hagas nada.

Esto es lo que ves tú:

Este es mi primer párrafo y lo voy a dejar muy bonito para que sea muy fácil de leer.
Este es el segundo. Lo de la sangría es genial y queda muy chulo.

Y esto lo que ve el maquetador:

………………Este.es.mi.primer.párrafo.y.lo.voy.a.dejar.muy.bonito.para.que.sea.muy.fácil.de.leer. ↵
………………Este.es.el.segundo.Lo.de.la.sangría.es.genial.y.queda.muy.chulo. ↵

b.— Salto de página.

Para pasar de página no debes dar dieciocho veces a la tecla [↵], sino (en Word, por ejemplo) usar [Ctrl + ↵]. Como lo que quieres es contar historias, deja que los maquetadores hagan su trabajo y limítate a poner en mayúsculas el título del siguiente capítulo. No podemos ilustrar lo que ves tú vs. lo que ve el maquetador porque ocuparía varias páginas.

c.— Comillas inglesas y latinas.

Esto son comillas inglesas: “”.
Esto son comillas latinas: «».

Una buena maquetación en lengua española utilizará siempre las latinas. Te recomendamos, por la salud de nuestros correctores, que las uses siempre. Aquí dejamos un artículo de FundéuRAE que amplía este aspecto y te indica cómo usarlas desde los diferentes sistemas operativos:

https://www.fundeu.es/recomendacion/comillas-uso-de-este-signo-ortografico/

Si tienes en cuenta estos aspectos tan sencillos, facilitarás la vida a tus lectores y no atormentarás a nuestros correctores y maquetadores.

En próximas entradas abordaremos más temas como: «Las cacofonías: esa música en la que nunca reparaste, pero no paras de tararear».

Salud